LA AGONIA EN GETSEMANI || SERMON DEL DOMINGO 2 DE ABRIL
JESUS, DE LA AGONIA DE LA CRUZ AL TRIUNFO DE LA RESURECCION. MATEO 26:36 - 28:20
LA AGONIA EN GETSEMANI
TEXTO BIBLICO: MATEO 26:36-46
Introducción:
Poema a Jesús
¡Gracias Jesús!
Tu vida en la cruz, por mi dispuesto estuviste a dar. En Getsemaní, tus
lágrimas y agonía se convirtieron para mí en gozo, alivio y salvación.
¡Gracias Jesús!
¡Oh! Jesús, el sollozo de tu clamor, en la soledad de tu oración, en mi
corazón retumba hoy. Me invitas a velar y orar para que la tentación,
de ti jamás me pueda separar. ¡Gracias Jesús!
Bebiste la copa amarga, para que yo beba el dulce vino de la Vid, la
Vid verdadera que eres tú. ¡Gracias Jesús!
Hoy me llamas a mi vida dar y a los perdidos encontrar, dejando todo
atrás y crucificado contigo caminar, y en el día de la victoria, el de la
resurrección, cara a cara, en las nubes nos podamos encontrar.
¡Gracias Jesús!
¡Gracias Jesús! Por mí, en Getsemaní, tu vida dispusiste dar.
Autor Pastor Edgardo Laínez Rivera
La Agonía en Getsemaní (26:36–46) Nadie puede aproximarse a este relato de lo
sucedido en el huerto de Getsemaní sin darse cuenta de que está pisando tierra
santa. Todo aquel que intenta comentarlo siente un profundo sentimiento de
maravilla y reticencia. Como escribió Guy King: «El carácter sobrenatural de este
acontecimiento causa temor de que uno pueda de alguna manera dañarlo al
tocarlo».
I. Jesús y la agonía en Getsemaní. 26:36–38
Después de entrar en Getsemaní (lo que significa «prensa de aceite»),
Jesús dijo a ocho de los once discípulos que le acompañaban que se
sentasen y esperasen, y luego tomó a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo
más adentro del huerto. ¿Podría esto sugerir que diferentes discípulos
tienen diferentes capacidades para empatizar con el Salvador en Su
agonía? Comenzó a entristecerse y a sentir gran angustia. Le dijo con
franqueza a Pedro, Jacobo y Juan que Su alma estaba abrumada de una
tristeza mortal. Indudablemente, se trataba de la indecible angustia de
Su santa alma al anticipar que iba a ser una ofrenda por el pecado de
nosotros. Nosotros que somos pecaminosos no podemos concebir lo que
significó para Él, el Sin Pecado, ser hecho pecado por nosotros. (2 Co. 5:21).
II. Jesús y el silencio del cielo. 26:39
No es sorprendente que dejase a los tres y adelantándose un poco entrase
más en el huerto. Nadie más podría compartir Su sufrimiento ni orar Su
oración: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; sin
embargo, no se haga como yo quiero, sino como tú”. Para que
no pensemos que esta oración expresaba vacilación o un deseo de
volverse atrás, deberíamos recordar Sus palabras en Juan 12:27, 28:
«Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame
de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre,
glorifica tu nombre». Por ello, al orar que aquella copa pasase de Él,
no pedía ser librado de ir a la cruz. ¡Aquel era el propósito preciso para el
que había venido al mundo! Esta oración era retórica, o sea, no tenía el
propósito de suscitar una respuesta, sino darnos una lección. Jesús venía
a decir con ello:
«Padre mío, si hay alguna otra manera en la que los impíos
pecadores puedan ser salvados y no mediante que yo vaya a
la cruz, ¡revela esto ahora! Pero con todo esto, quiero que se
sepa que no deseo nada contrario a tu voluntad».
¿Cuál fue la respuesta? No hubo ninguna; el cielo se mantuvo en silencio.
Por medio de este elocuente silencio sabemos que no había otra forma en
que Dios pudiese justificar a los culpables pecadores excepto que Cristo,
el impecable Salvador, muriese como nuestro Sustituto. Hch.4:12
III. Jesús amonesta acerca de la necesidad de velar y orar. 26:40–41
Volviendo a los discípulos,… los halló durmiendo. Su espíritu estaba
animoso, pero su carne era débil. No nos atrevemos a condenarlos
cuando pensamos en nuestras propias vidas de oración; dormimos mejor
que oramos, y nuestras mentes
vagan cuando deberíamos estar velando. ¡Cuántas veces no nos tiene que
decir el Señor a nosotros lo que le dijo a Pedro!: ¿Así que no habéis
podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no
entréis en tentación.
IV. Jesús en la soledad de su vida de oración, está dispuesto a la voluntad
de Su Padre. 26:42-45
De nuevo se apartó, y oró por segunda vez, expresando sometimiento a
la voluntad del Padre. Bebería la copa de sufrimiento y muerte hasta la
última gota de sangre. En Su vida de oración estuvo necesariamente a
solas. Enseñó a los discípulos a orar y oraba en presencia de ellos, pero
nunca oró con ellos. La singularidad de Su Persona y obra impedía que
otros compartiesen de Su vida de oración.
Cuando vino a los discípulos por segunda vez, estaban durmiendo otra
vez. Lo mismo sucedió la tercera vez: Él oraba, ellos dormían. Fue
entonces que les dijo: Dormid, pues, y descansad. He aquí ha llegado la
hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
Conclusión:
MATEO 26:46
Se había acabado la oportunidad de velar con Él en Su vigilia. Ya se oían los
pasos del traidor. Jesús dijo y nos dice a nosotros: Levantaos, vamos: no en huida,
sino para hacer frente al enemigo, a pelear la buena batalla. Y este día, antes de
que nos vayamos del huerto, hagamos todavía una pausa para oír Sus sollozos, para
ponderar Su dolor, y para darle las gracias de todo corazón por Su gran amor por
nosotros, que aun siendo pecadores, murió por nosotros, en nuestro lugar, para
darnos vida eterna.
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